martes, 1 de marzo de 2011

ME PERDÍ A MI MISMA

     Me busco, anhelante, en otras miradas, en otras personas, tratando de encontrar un eco de lo que fui y de lo que seré. Sombras, oscuras y siniestras danzan en mi interior. Perdí mi autonomía, mi anonimato. Me perdí a mí misma. Para nacer a un mundo que sé de antemano, que se clavará en la carne de mi alma como cristales rotos, hirientes. Desfalleceré. Da lo mismo si fue por ti o fue por él. Tú no existes, él tampoco. Todo es sueño, imaginación brumosa y cálida. El trampolín a la locura, la evasión de la realidad. Una quimera con pies anónimos. 
     Qué importa todo, ya no hay abrazos que secunden mi caída. Los sentimientos, me traicionan, nacen en mí, y los deposito en el pozo de los deseos que yo elijo. Pero quizás sea una criatura masoquista y continúo desmayada, este camino que se inició en el pasado y del que no he asimilado nada. Es por ello, que no digiero esta existencia, y sigo consumando los mismos errores fatales de un pasado remoto. Me percibo tan exhausta…que me invade la misma sensación de la dulce muerte….puedo percibir su sabor metálico en mis labios, es el gusto de mi sangre que desfallece, huyendo de mí…

1 comentario:

  1. Sé muy bien sabido que en algún rincón efímero de mi cuerpo, donde mente y mentor predican mi existencia, hay un diablo que no sabe morirse. No necesito saborear sangre ni oír señales de cualquier tortura… me sirvo solamente de un silencio sordo que hace merced a un quejido prolongado.
    Me quedo sin palabras; después de estar rodeado de tanto no-decir… y entonces me voy, y al marchar me olvido y ya no soy otro, ya no soy.
    Estar solo hasta el pecado, prolongar mis odios y mis iras hasta mi propia culpa… una pasión homicida surgida de mi propio espíritu.
    Tantas veces me miré en el espejo y sentí repugnancia, tantas veces traté de convencer mi pobre mente de realidades insustanciales que no perseguían nada más que arrastrar mi existencia maldita hacia una prolongación en el tiempo de mi propia tortura… y al verte a ti entre lamentos lloro por no haberte podido jamás tener más allá que entre cuatro malditas letras colocadas con precaria destreza.
    Perdona mi vida, perdona mi existencia, disculpa este camino, no pretendí jamás nada más que tratar de amarte…
    Albert J Ruiz

    ResponderEliminar